Diego Saavedra Fajardo, en su Idea de un príncipe político cristiano (1640), resumía las preocupaciones de una época signada por el sostenimiento de un proyecto de expansión política, económica y militar sin precedentes. Este libro toma, del mote de uno de sus emblemas, la expresión Non solum armis –que a su vez proviene de las Institutiones de Justiniano: “Imperatoriam maiestatem non solum armis decoratam”– para proponer una mirada sobre los diversos rostros que podía adoptar el ejercicio del poder en el mundo novohispano, desde una reflexión pluridisciplinar aunque sin la pretensión de articular una teoría rigurosa. El libro se divide en dos secciones –“De potestatis saecularis” y “De potestatis religionis”–, que apuntan a las dos dimensiones que tomó el ejercicio de poder colonial: el civil y el religioso; toda vez que, desde una perspectiva jurídica y teológica, la justificación de la conquista militar por parte de la monarquía hispánica fue, justamente, la propagación del Evangelio, como quedó asentado no solo en las bulas alejandrinas sino, sobre todo, en los “justos títulos” que legitimaban el dominio español sobre el Nuevo Mundo. Por ello es que la cristianización fue un asunto político y religioso de la mayor importancia, que no solo pasaba por la enseñanza de la doctrina cristiana sino también por la articulación de una política dedicada a la eliminación de los vestigios de las religiones prehispánicas; del mismo modo en que el poder civil quedaba subordinado al cumplimiento de deberes religiosos y obligaciones políticas de la Corona para con la Iglesia.
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